Cuestión de galones de Ricardo Bosque

 SINOPSIS

Nos hallamos en Zaragoza, la antigua Caesar Augusta, en el año 33 después de la Expo, es decir, en 2041. Gracias a una reestructura total, la vieja ciudad ya no solo se halla en los mapas de todo el mundo, sino incluso en las cartas de navegación… En medio de este panorama divertido y delirante, Ulises Sopena, capitán de la policía, tiene que resolver el misterio de un cadáver que ha aparecido flotando en las aguas de uno de los canales que atraviesan la ciudad. El finado es (o sea, fue) toda una figura deportiva, capitán del equipo de waterpolo, el Zarawater, que tiene encendidas las pasiones ciudadanas. En el empeño por reconstruir sus últimos pasos y establecer quién pudo haberle asesinado, Sopena hará un recorrido en moto acuática, acompañado de la subteniente Fitzpatrick, por una ciudad llena de rincones sumergidos e insólitos, de caracteres anfibios e hilarantes, de personajes curiosos bajo su traje de neopreno.
Escrito con una agilidad prodigiosa, y un humor limpio y preciso, Cuestión de galones es una obra regocijante donde estas sorprendentes imágenes y el tono burlesco no ocultan el verdadero fondo: una historia policiaca de ley, valga la expresión, un enigma inteligentemente planteado y resuelto con pericia, una novela negra de tipos reales y problemas y reacciones humanas.

Hace
algo más de un año que descubrí el buen hacer literario de Ricardo Bosque cuando leí Manda
flores a mi entierro
y Suicidio
a crédito
casi de un tirón. Dejé pasar un tiempo y retomé sus novelas y
 me noqueó con una maravillosa novela
negra El último avión a Lisboa. Fue entonces cuando decidí
que dejaría pasar aún más tiempo para leer la última que me faltaba del autor: Cuestión de galones y así pensar que me
quedaba una buena botella de vino en la despensa que iría mirando de vez en
cuando.

Este
verano, como pasan muchos veranos, no he podido resistir y me he lanzado a su
lectura; me he bebido el vino y ahora tendré que esperar a que embotelle de
nuevo o tomar los pequeños sobros de sus relatos.

Si
en Manda flores a mi entierro, Ricardo nos enseña que no hace falta un policía
para tejer una trama policial; si en El último avión a Lisboa nos fundimos con
la pantalla del cine mientras dan Casablanca; ahora, en Cuestión de galones,
Ricardo vuelve a dar un salto argumental y lo hace con solvencia y atino.

Hacer
que los personajes de la novela vivan en Zaragoza, pero como si fuera la Venecia
española y sin parecerse a Donna Leon, creo que tiene mucho mérito. Ricardo
Bosque me ha vuelto a sorprender por ese escenario inicial y por el desarrollo
argumental que se teje en torno de él. Además, lo mejor, sigue siendo muy
criminal y como mucho, muchísimo humor negro de ese que nunca debería faltar en
ninguna novela.

Creo
que el punto fuerte de las construcciones del zaragozano es que parte de lo
simple y lo hace grande, aunque bien pensado, hacer que se inunde Zaragoza no
es muy simple; pero dejando de lado ese detalle escénico, me quería referir más
a sus personajes que son de lo más normal, sin muchas cualidades, pero con un
profundo sentido del humor y la ironía. Te vas enganchado a la florista Tana
Marqués de sus dos primeras novelas y te vas enganchando al Ulises Sopena de
esta, un personaje que tiene recorrido y del que me gustaría poder leer más
aventuras, aunque sea en un proyecto por achicar el agua acumulada en la plaza
del Pilar. Parece que Ricardo está en ello y que nosotros somos unos lobos
depredadores de autores que no escriben y que deberían satisfacernos (como si
fuera tan fácil).

No
creo que haga falta mucho más que aconsejaros la lectura de las novelas de
Ricardo, pues ya son cuatro las que he leído y en todas ellas he acabado
satisfecho. Quizás El último avión a Lisboa pueda ser su novela más diferente,
con más pedigrí, más impactante, pero todas las otras son una auténticas
novelas criminales con unos personajes muy ricos apoyados en unos fantásticos
diálogos.

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