Piratas es un proyecto para Facebook y que ahora quiero compartir con mis amigos boggeros de forma integra.

El proyecto consistía en que, a partir de fotografías mías realizadas durante este verano, explicar una historia.

Ya sé que un proyecto así no tiene mucho éxito en Facebook, como diría mi querido Guillermo: “eso es predicar en el desierto”, pero creo que era una forma entretenida de publicar fotografías y darle un poco de contenido a la cosa.

Y no me enrollo más. Os dejo con Piratas, espero que os guste.

Oteando el horizonte desde lo alto del castillo de Begur, esperando la llegada de las carabelas piratas escondidas tras las islas Medes.

Teníamos los cañones cargados con polvora y hierro ante el inminente ataque de los piratas. No teníamos miedo, pero sí un cierto nerviosismo y respeto por lo que podía suceder.

 

 Los piratas comenzaron a desembarcar. Los cañones a retumbar, pero eran rápidos y escurridizos. No sería fácil acabar con ellos. La gente que estaba fuera murallas comenzó a correr de un lado a otro. El cielo tampoco ayudó a calmar los ánimos. Se sentían murmullos: «ese el Camino hacía el cielo»; otros comenzaron a gritar: «estamos perdidos»; la psicósis se fue apoderando de ellos poco a poco. Buscaban el mejor refugio; se comenzaron a abalanzar sobre las puertas del Castillo.

Algunos decidieron recluirse en una pequeña ermita que se encontraba a mitad de camino del castillo, con tan mala suerte que una de las bolas de acero pirata impactó en el techo e hizo que se viniera abajo. No hubo supervivientes. Desde las murallas se sentían los vítores sedientos de sangre de los piratas celebrando el objetivo alcanzado y se mezclaba con las lágrimas de los que habían presenciado la escena.

La gaviota miraba impasible como los piratas iban entrando casa por casa intentando raptar a una bella dama con la que saciar sus más primitivos instintos y luego pedir un rescate. Ella era la única que parecía tranquila y sosegada.

«El hombre piedra» ya les advirtió dos días atrás: «los piratas llegarán y al cabecilla deberéis capturar para ganar». No quedaba otra solución. Alguien tendría que sacrificarse para que, en una misión casi suicida aunque protegido por la noche y los efluvios del ron consumido por los piratas, poder capturarlo y de esa forma forzar su rendición por el momento y ganar unos meses de paz.

No habría podido salir mejor. En una rápida maniobra, el jefe de los piratas fue capturado y puesto entre rejas. La peligro había pasado; por el momento. Pero lo piratas nunca se rinden y seguirían al acecho.

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