El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas de Darío Vilas


Está claro que cada
nueva publicación da Darío Vilas es
un paso más en su carrera. El vigués es un inconformista, prefiriendo no
repetir modelos y seguir dando alegría a sus lectores fieles. El hombre que nunca sacrificaba las
gallinas viejas
(no me diréis que no es un título sugerente y
fantástico) es un nuevo exponente de ese caminar, aunque se podría encuadrar
dentro de ese viaje que nació en Imperfecta Simetría (Círculo Rojo, 2009),
que se manifestó con todo su esplendor en Piezas desequilibradas (23 Escalones, 2011),
y que debería cerrarse con esta novela, según el propio autor, pasando por la
inédita Girando a Simetría. ¿Y qué viaje es ese? No es otro que coger
un ferry y hacer un surcar las aguas rumbo a la isla de Simetría, a la deriva
en el océano y centro de depravación del género humano, y disfrutar de lo que
Darío ha llamado Realismo Bizarro y
del que dice: «esta será mi última publicación.»

Yo no sé si será
así, pero creo que cuando a uno le sienta un género, tan complicado de
encontrar en el mundo literario, como un guante y que tantos adeptos podría
llegar a tener, se debería seguir explotando; pero ya he dicho que Darío es un
inconformista.

Y antes de entrar en
materia, también merece una mención aparte la editorial Tyrannosaurus Books que sigue apostando por los autores
españoles de género y para ello ha creado una nueva colección, 
colección DIRT
, de la que El
hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas
es su primera entrega. La
editorial quiere explorar el realismo sucio con toques de terror,
ciencia-ficción costumbrista, fantasía oscura… y todo ello con un alma pulp donde el drama, el humor, el
sexo, la violencia o el gore tendrán cabida.

Yo me estoy frotando
las manos.

Aprovecho para
advertir que no son lecturas recomendadas para todos los públicos, aunque, ¿qué
lectura es recomendada para todos los públicos? Bueno, que os quiero poner
sobre la pista de que algunas de las escenas que podréis leer en El hombre que nunca sacrificaba las gallinas
viejas
os podría acompañar en vuestros dulces sueños.

«Durante mucho tiempo creí que
libraba una lucha para contener amenazas como la suya y alejarlas del resto del
mundo, manteniendo a raya a estos súcubos salidos del averno para poner en
jaque a los hombres.

Estaba equivocado, solo me quieren
a mí. Yo soy su alimento, lo que les da poder. Me necesitan y por eso siempre
salen a mi encuentro.»

Quizás vaya a sonar
extraño, pero llevo días pensándolo y lo quiero compartir con vosotros: creo
que el estilo narrativo de Darío Vilas en ese suceder sin suceder, en ese ir
caminando sin que parezca que avanzamos, se asemeja mucho al de mi idolatrado Haruki Murakami. No sé, tengo esa
sensación de ir avanzando páginas enganchado a ellas sin saber muy bien por qué
y de repente todo estalla delante de mis narices haciéndome disfrutar de lo
lindo. Está claro que en ese estallido reside la diferencia clara entre los dos
escritores y, sobre todo, en lo onírico y fantástico del tema. Los mundos murakanianos y los darianos no se parecen en nada, pero os lo he comentado para que os
hagáis una idea del ritmo de la narración.

El hombre que nunca sacrificaba a las
gallinas viejas
está escrito por completo en tiempo presente, otra de esas peculiaridades que
la hace grande y que es difícil de encontrar. Tan solo por eso merecería la
pena leerla, por ver cómo se puede aguantar una novela en tiempo real sin que
nos rechinen en los ojos. Darío lo hace con holgura y confiesa que ha sido
duro, sobre todo al principio, pero que es con la novela que más ha disfrutado
escribiendo.

Una vez avanzada la
novela os encontraréis con flashbacks al pasado de Marquitos Laguna, el protagonista del libro, y nos irán explicando
qué sucedió, qué esconde, qué le lleva a actuar como actúa, aunque yo le
pondría un pero en este punto: me he quedado un tanto con ganas de saber mucho
más. Creo que todo se explica con cierta rapidez y que existen puntos que
merecerían alguna página más. Con ello no quiero decir que nos estemos
perdiendo algo, no, que todo está ligado y bien ligado, pero que quizás no le
hubiera sentado mal a la novela un poco más de introspección en la psicología
pasada del personaje. Supongo que Darío lo puso todo en una balanza, y defensor
como es de las novelas cortas, decidió que era mejor dejarlo así.

Curiosa también la
voz de los flashbacks, me ha recordado a Hitchcock cuando salía en sus
películas explicando lo que venía a continuación o lo que había pasado:
narrador locutor.

«Esta ciudad es un tazón de caldo
hirviendo y necesita gallina vieja.»

Me han gustado mucho
los momentos, los guiños que hace Darío a escenas de sus anteriores novelas
(tranquilos, no pasa nada si no las habéis leído, bueno, sí, que os estáis
perdiendo unas buenas novelas, pero lo que las han leído disfrutarán mucho más
del texto.). Además, estoy convencido que El
hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas
hace de puente de que lo
será el cierre de su antología Z; está preparando a sus lectores para visitar
Simetría y quizás nos encontremos con alguna sorpresa que surja de esta novela,
pues la frase final me ha hecho pensar un tanto.

En la nueva novela
de Darío encontraréis a un Marquitos Laguna que intenta pasar los días que le
quedan de la mejor y más tranquila forma que conoce: dedicado a sus gallinas y
a sus tierras. Pero qué difícil es deshacerse de los fantasmas del pasado; qué
difícil es olvidar el amor; qué difícil es dejar de escuchar la voz de la
conciencia que te persigue y que se instala en tu hombro izquierdo, causando un
terrible dolor; y qué poco acompaña vivir en Simetría, una isla que dicta sus
propias leyes y que puede actuar como canto de sirena. Marquitos no se pudo
librar. Marquitos acudió a la llamada e hizo cosas horribles. Diez años
después, esos cantos y ese perfume le volverán a atormentar. Intentará luchar
contra ellos, pero Simetría siempre tiene las de ganar.

El hombre que nunca sacrificaba las gallinas
viejas
, una
novela rápida gracias al trabajado lenguaje de Darío, dura por toda la carga
que tiene que soportar, cruda como cuando te metes una leche contra una pared,
directa y sin rodeos, muy pulp y transgresora en su narración, gore en algunas
escenas, violenta en otras, dinámica toda ella, y lo mejor de todo: que acabas
y tienes ganas de seguir leyendo a un autor que se está haciendo grande, si no
lo es ya: Darío Vilas.

Merece también una mención elprólogo de José
Luís Cantos
,
escritor que acaba de publicar El ojo en
la cerradura
; sabéis que no soy muy amigo de los prólogos, pero si estos
explican una historia, sin son como un pequeño relato de inicio, entonces sí
que los defenderé, y José Luís lo sabe hacer muy bien, nos mete de lleno en la
isla y nos hace pasar un rato agradable.

Creo que ha quedado
claro que os recomiendo esta y todas las novelas de Darío Vilas, y no es que
sea amor de padre, es que cuando lees a un autor que tanto te satisface y que
tan fuera de los chicles se encuentra, se tiene que comprar.

Yo ya estoy
esperando la siguiente: soy insaciable.

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