La voz de la tierra de Alejandro Moreno Sánchez por Enrique de la Cruz
«¿Country Noir? Segundas oportunidades, búsqueda de la verdad».

Portada de la novela La voz de la tierra de Alejandro Moreno Sanchez en la que se puede ver en primer plano una tierra seca y en el fondo un típico pueblo de casas blancas



Enrique de la Cruz (@navegante_no)

Alejandro Moreno Sánchez publica su segunda novela, después de Volver (Libros.com 2018) que también tuve oportunidad de reseña aquí, y lleva por título, La voz de la tierra. Se presenta al Premio Literario Amazon 2020, del que ya sabéis que David Gómez Hidalgo hace seguimiento semanal en este mismo blog.

 
La voz de la tierra es la historia de dos líneas de vida secantes que se cruzan en un punto dado y muy bien definido: Villar del Valle. Como pueden ustedes imaginar, no es una confluencia fortuita.

La línea de vida principal de la novela es Rubén Duarte, un joven pintor que tiene como única motivación la de encontrarse a sí mismo para poder enderezar su vida. Como punto de inicio a esta nueva vida se dirige al pueblo de su familia, donde intentará poner en orden la vieja casa para poder retomar las riendas de su vida. La casa como metáfora de la vida de Rubén: tiene potencial, pero necesita una reforma urgente. Como es de esperar, la adaptación a ese escenario hostil no va a ser fácil, las fuerzas vivas del pueblo le van a dar una cálida bienvenida. En estas lides vemos al Duarte más socarrón y vacilón. En ese sentido, el arco del personaje está bien logrado ya que le vemos crecer y cambiar con el desarrollo de la narración. Vemos también cómo su apellido tiene un largo recorrido en lhistoria del pueblo.
El ambiente hostil en el que empieza a moverse nuestro protagonista se dibuja bien con las escenas, con los diálogos —no sobra ninguno, todos suman—, con los hechos.
 
La otra línea de vida es Ernesto Baena, y a su historia le falta un capítulo por cerrar. Estamos ante una contraposición interesante. Para cerrar ese capítulo hará lo que sea necesario, aunque tenga que llevarse por delante a Rubén.
 
Partiendo de estos puntos, Alejandro Moreno Sánchez (Crevillente, 1982), ha creado una novela alejada de su primera obra, algo que se agradece y dice mucho de su talla como escritor porque en ambos registros se ha mostrado más que solvente. Si bien yo no diría que es de género puramente negro —ni de country noir— ya que le falta algo de violencia, en mi opinión.
 
Resumiendo, y de manera general, estamos ante un producto muy bien realizado en todos sus aspectos. Alejandro Moreno Sánchez se ha esmerado en cuidar todos esos detalles que se salen de lo estrictamente literario pero que también cuentan en este juego editorial. Tiene una cubierta que no engaña, que te pone sobre la pista ya desde fuera; unos booktrailers muy currados y una promoción llena de ingenio y naturalidad. Os recomiendo su cuenta de Instagram para que veáis cómo se las
asta: @alexmorenoschez
 
En esta línea de completar la experiencia, la novela está redondeada con un acertadísimo prólogo de Marto Pariente, al que conoceréis por La cordura del idiota, su última novela y Premio Novelpol 2020 a la mejor novela negra, que es una perla más que nos deja la obra.