Estoy convencido a Juan de Dios
Garduño no es del todo desconocido para muchos de vosotros, ya que es un
escritor muy comprometido y conectado a miles de proyectos.
Es en 2010, con su novela Y pese a todo…(Dolmen Editorial), cuando su nombre comienza a sonar con fuerza y más al recibir el premio Nocte de Terror 2011 a la mejor novela de terror nacional 2010. El próximo año la novela será llevada a la gran pantalla por Hollywood.
Más tarde, publicó una antología de relatos de terror (Apuntes Macabros) y ha
participado en diversas antologías, como la que reseñé este año, Tenebrae,
entre otras.
Pero supongo que lo que más satisfacción le está dando al autor es ser el
coordinador del proyecto Ilusionaria, antología de cuentos
infantiles benéfica con la que ayuda a diversas asociaciones y causas.
Y podría seguir con su curriculum durante un buen rato y añadir que ahora
mismo está triunfando como guionista de un cortometraje titulado Llagas
presentado en el famoso festival de Sitges 2012 y que ha sido seleccionado para
concursos internacionales como el festival internacional de cine fantástico de París.
Por todo ello, es normal que se genere expectación ante una nueva
publicación suya y más si es en formato novela.
Fue una sorpresa para los que le seguimos el conocer que este diciembre
salía a la venta su nueva novela El
camino de baldosas amarillas, cuando lo que estábamos esperando era El
arte sombrío de la que nos había contado algunas cosas en su perfil en
las redes sociales y a la que esperamos para enero-febrero de 2013.
Está claro que el polifacético autor no puede parar de producir y que está
viviendo un momento dulce como lo demuestra la novela que hoy reseño.
Muchos pueden ser los asombrados con el inicio de la novela al parecer que
el autor cambia de registro literario, pero yo no lo creo así. Todas y cada una
de sus páginas están impregnadas de ese terror palpitante y escondido al ojo
del lector que inquieta muchos más que chorros y chorros de sangre, aunque bien
es cierto que en algún pasaje de la novela podremos ver vísceras y sangre a
borbotones.
Creo que lo que más me ha gustado es ese continuo avanzar en los sucesos
sin saber muy bien hacia donde va ese camino de baldosas amarillas, genial
título, por cierto. Todo pasa sin pasar, todo se complica sin pretenderlo y la
expectación va creciendo en cada página, enganchándote y sin posibilidad de
soltarte hasta el final.
Además, el formato es de aquellos que siempre he alabado, menos de 200
páginas, sin tiempo para enrollarse o enzarzase en diálogos que no llevan a
nada, directo, claro, conciso.
En la nota de prensa se dice que el escritor consigue unir tragedia y
realismo, sentimiento y horror. Ahora que la he leído os he de decir que todo
eso es verdad y con mayúsculas. Desde el inicio viviréis la tragedia de un niño
que lo único que quiere hacer es aprender y llegar a ser como su maestro de
escuela, debiendo abandonar su sueño por esas injusticias que se vivían (o
viven) y que el autor denuncia durante toda la novela en un gran esfuerzo de
realismo por su parte. Viviréis la tragedia de la familia que ve como su hijo
es arrastrado a un lugar desconocido para ellos y donde el único vínculo que
les quedará es un viejo libro, El maravilloso mundo de Oz, gran
nexo de toda la historia y como no, evocador del título.
Encontraréis realismo en su encierro en un psiquiátrico, viviendo en
primera persona las extrañas técnicas terapéuticas de unos escalofriantes
médicos y enfermeros. Comprobaréis que lo blanco puede ser negro y viceversa.
Disfrutaréis de los sentimientos de un grupo de chavales que en sinergia
conseguirán vivir por momentos el mundo de Oz; donde algunos de ellos
descubrirán el amor por primera vez y pudiendo comprobar que los egoísmos están
de más, que la unión, que el grupo les da la fuerza, aunque no será fácil
entrar en él.
Y como no, tendréis momentos para el horror, aunque bien poco se puede
explicar sobre ello para no generar spoiler que trunque vuestra lectura.
A modo de curiosidad, tendría ganas de preguntarle al autor por la
coincidencia del nombre del psiquiátrico con el nombre del autor y si tiene
algún matriz escondido que no sepamos entender. Y también me ha parecido
curioso que uno de los personajes secundarios, una monja, se apellide como uno
de los mejores amigos del autor y compañero en el guión de Llagas, David Mateo.
No sé si será un guiño, aunque no veo a David con lo hábitos.
En definitiva, una entretenida, notable y adictita lectura, que lo que más consigue
es que tengas muchas más ganas de poder leer su nuevo trabajo y del que seguro
os hablaré.
Mientras tanto, esperar y seguir la senda del camino de baldosas amarillas.